No dejamos de escuchar el mito de que la cena engorda, cuando en realidad es una gran aliada a la hora de controlar el peso y mantener una buena salud. No diremos que es la comida más importante del día, pero está cerca de serlo.
El cuerpo necesita un suministro regular de alimento, ya que si pasa demasiadas horas sin comer nada (si comemos a las 2, no cenamos, y desayunamos a las 8, eso supone 18 horas de ayuno) entra en modo "hibernación", con lo cual frena la quema de calorías, acumula grasa, y consume las reservas de proteína de los músculos, debilitándonos.
Saltarse la cena puede suponer despertarse cansado, débil e incluso mareado, ya que, durante la noche, el cuerpo necesita una mínima cantidad de energía para funciones básicas como hacer la digestión, bombear el corazón o respirar.
Por otro lado, cenar en grandes cantidades puede suponer una noche de digestión pesada y lenta y un despertar cansado, empachado, sin ganas de desayunar. Esto puede derivar en una espiral de mala alimentación, ya que, sin el desayuno, principal aporte de energía, terminaremos el día cansados y con hambre, con lo que volveremos a cenar mucho y pasar una mala noche.
La idea es darle al cuerpo la energía que pide: lo adecuado es que la ingesta diaria venga en un 20% del desayuno, en un 40% de la comida y en un 30% de la cena. El 10% restante nos lo pueden aportar snacks saludables a media mañana y a media tarde.
A continuación te traemos las claves para una cena apropiada y sana:
¡Recuerda, una cena saludable también puede ser deliciosa!