Diferencias entre conservas y semiconservas

Las conservas y semiconservas han estado presentes tradicionalmente en las despensas de nuestras madres y abuelas y a día de hoy, de las nuestras también. Si bien presentan envases parecidos y en ocasiones las tratamos de forma similar, es importante conocer las diferencias y similitudes entre conservas y semiconservas para poder sacarles todo el  provecho y disfrutar de su sabor y textura en óptimas condiciones.

Las conservas se caracterizan por una forma específica de conservación que garantiza  la eliminación de todos los microbios potencialmente patogénicos y la preservación de su contenido durante largos periodos de tiempo (en ocasiones, varios años) a temperatura ambiente. El método de preparación usual de las conservas es a través de la esterilización térmica durante 30 minutos entre 115º y 125º, eliminando así mohos, levaduras, bacterias, etc. Por ejemplo, las conservas se pueden elaborar mediante el empleo de técnicas como la cocción, el azucarado, el sellado hermético y el envasado al vacío.

Las semiconservas, por su parte, emplean técnicas de conservación que, aunque prolonguen considerablemente la vida de los alimentos, no resultan tan efectivas a largo plazo. Este tipo de técnica no emplea tratamientos térmicos, se emplean procesos estabilizadores como el ahumado, el salado o el secado. Un ejemplo claro son las anchoas, curadas con sal. Una diferencia considerable con las conservas es que estas requieren de almacenamiento frigorífico, pero por otro lado, gracias a este método se mantienen cualidades sensoriales del alimento como el sabor.

¿Cómo podemos mantener ambos formatos en nuestro hogar?

A la hora de guardarlas en casa, las conservas, como el Bonito del Norte o el Atún Claro, pueden mantenerse perfectamente a temperatura ambiente (en un lugar fresco y seco), mientras que las semiconservas, como las Anchoas, deben mantenerse en el frigorífico para que no pierdan su calidad. Ninguna de las dos debe someterse a cambios bruscos de temperatura, y, en ambos casos, debemos consumirlas antes de su fecha de consumo preferente, ya que, si lo hacemos posteriormente, aunque no suponga ningún peligro para la salud, su sabor y textura no serán los mismos.

Tanto las conservas como las semiconservas deben mantener el envase en perfectas condiciones: la tapa o la lata no debe estar abombada, al abrirla no debe salir el líquido a presión, el contenido no debe estar seco o con espuma, y no debe de tener olores extraños. En cualquiera de estos casos, no debemos consumirlas.

Como ya hemos mencionado, las conservas no tienen fecha de caducidad sino de consumo preferente, y puede llegar a ser de hasta 6 años desde su envasado, dependiendo del alimento o producto que sea. La duración de las semiconservas ronda de entre 15 a 16 días pero, una vez abiertas, lo ideal es consumirlas al momento o, como máximo, en dos días, manteniéndose en el frigorífico. 

Las conservas que vienen en tarros se pueden mantener en el mismo envase, bien cerrado. En el caso de las latas, aunque puedan almacenarse en cualquier lado del hogar, preferentemente en un lugar seco y sin luz directa, una vez abiertas el contenido debe traspasarse a un tarro de cristal cerrado. El objetivo es evitar que la oxidación del aluminio o hojalata afecten al buen estado del producto.

En cualquier caso, los envases nos especificarán todos los detalles de conservación y consumo para poder disfrutar al máximo de todo lo bueno del mar.

Desde Campos, te proponemos que pruebes algunos de los diferentes formatos que ponemos a disposición a través de nuestra tienda online como por ejemplo la Ventresca de Bonito del Norte Centenario Campos, la Ventresca de Bonito del Norte en Aceite de Oliva o las incluídas en nuestras diferentes Cestas Gourmet.